Cuando Song firmó por el Fútbol Club Barcelona el discurso de Andoni Zubizarreta fue el siguiente: "Es un perfil que nos gustaba, era el primero en nuestra lista de prioridades. Tiene capacidad técnica, dominio de balón, conocimiento táctico y dominio físico." La cuestión es que no se equivocaba en absoluto, salvo, quizás, en la parte de que "puede adaptarse perfectamente a la posición de central". Cuando Song llegó a Barcelona, acababa de dejar atrás una brillante temporada en el Arsenal. Su rol en el equipo de Wenger consistía en acercarse a la línea de tres cuartos, siendo Mikel Arteta el centrocampista más rígido en el eje vertical de aquel doble pivote. El futbolista camerunés tenía total libertad para acercarse al área rival, y sirva como ejemplo un dato que define bastante bien el juego que desarrolló en su último año en Londres: 11 asistencias en la Premier League.
El papel de Mascherano como defensa central dejaba a Song como primer recambio de Sergio Busquets. Es lógico que el camerunés, gracias a su buen nivel técnico, haya dejado en el año y medio que lleva en Barcelona buen sabor de boca en momentos puntuales, pero el recorrido del tiempo deja ciertas dudas con respecto a su utilidad en una plantilla tan necesitada -diría que más que cualquier otra en el mundo por culpa de la concretísima idiosincrasia del club- de una especificidad mayúscula, muy por encima de futbolistas totales. Gerardo Martino decidió utilizar de inicio contra el Villarreal al futbolista camerunés aún con Sergio Busquets en el campo. Este hecho, más la circunstancia de que en el banquillo estaban Xavi y Sergi Roberto, dejaron abierta la puerta a algunas reflexiones.
Busquets cuajó un partido imperial. En la inmensidad del Camp Nou, con tanto verde que abarcar una vez los culés han perdido mal la pelota -algo que este año sucede con demasiada frecuencia-, el de Sabadell roba una y otra vez. No es una cuestión de fondo físico -sin la información necesaria diría que en este tipo de tests, Song es superior a Sergio-, si no de pura lectura. Busquets es todo intuición y, una vez está cerca de la zona a la que esa intuición le ha llevado, su técnica defensiva hace el resto. En un Barcelona que asegura cada vez menos pérdidas de calidad, su figura se hace demasiado imprescindible, y para Song ese rol tan específico -no hay nadie en el mundo como Sergio para jugar en el Barça-, le queda demasiado grande.
Con Busquets en el campo, Song quedó como teórico interior derecho. Como dijo Zubizarreta, el camerunés tiene capacidad técnica de sobra para controlar bien el cuero, pasarlo con claridad e incluso dar pases decisivos. Pero no es una cuestión de atributos técnicos, si no de concepción de una idea. Los interiores del Barcelona tienen que saber regatear -que no necesariamente desbordar-, tienen que saber girarse, atraer rivales, dividir, guardar el cuero y desordenar al rival. Song, esa cualidad -el súmmum del juego de Iniesta y Xavi, el que se aprende en los parques cuando eres niño-, no la tiene. Él es más rígido con el balón, y a pesar de que le acompañe una capacidad técnica más que notable para recibir y pasar, su relación con el cuero, -la suya propia, él y el balón-, no transmite ser ADN Barça. En esas Song incluso voló hasta la frontal del área, buscando imponer su físico para rematar algún centro lateral tras las sempiternas rupturas de Alba y Montoya.
La cuestión es que Song contra el Villarreal ha jugado en la que probablemente sea su mejor posición, y sin embargo ha parecido que estaba siempre desconectado de lo que realmente demandaban el juego y sus compañeros. La temporada es larga, las lesiones impronosticables y el entrenador blaugrana inteligente, y estos son los principales motivos para creer que un enorme jugador de fútbol como es Alexandre Song pueda acabar resultando importante en clave Barça. De momento, queda claro que un jugador total puede resultar menos útil que otro capaz de hacer muchas menos cosas, si las pocas que sabe hacer están estrechamente ligadas con las exigencias de su entorno.
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