Exlamó a mi lado un chico de pelo rizado y pobladas patillas. Señalaba el televisor con su mano izquierda, con los cuatro dedos juntos y el pulgar hacia arriba. La otra mano devolvía las gafas a su sitio, después de que éstas se hubiesen deslizado hasta casi la punta de su nariz, cuando el chaval abandonó la banqueta de un salto, preso de la emoción del momento. Me miró a mi, que estaba más cerca, y yo asentí mientras apuraba el culo de un tercio que terminaba de empujar por mi gaznate lo que quedaba de esos deliciosos huevos rotos que prepara el Joses. En el resto del bar el nombre del argentino se mezclaba con un barullo que aumentaba por momentos. El Barcelona le estaba ganando al Athletic Club en San Mamés, y Leo acababa de hacer otra de esas jugadas de dibujos animados. No puedo deciros cual, porque no sé en que momento ocurrió aquello. Ya estaba demasiado borracho a pesar de estar bebiendo cerveza sin alcohol.
Foto: AFP |
Guardiola es tan bueno que nos hizo creer que Leo Messi fue gracias a él, pero no, Guardiola fue gracias a Leo Messi. Nos pareció que el argentino era perfecto para su idea del falso 9, para su idea del atacante libre, que era perfecto para culminar su brillante juego de posición. Nos pareció que el Barcelona tenía una casa y que puso las llaves en las manos de Messi. Pero era mentira. A Messi le da igual jugar en la derecha o en la izquierda. No le importa que haya muchos pases antes de que él la toque, o que haya pocos. A Messi le da igual que se desmarquen rápido por delante, lento por detrás, que se la pidan al pie o le señalen a la cabeza. Messi sirve para asociarse, para correr, para la posesión y para el contragolpe. Messi sirve para ganar.
A Luis Enrique o a Guardiola, a Capello, a Arsène Wenger o a Alex Ferguson. Messi les sirve a todos. Es un zurdo que la pone en la escuadra con la derecha, un enano que hace goles de cabeza en la final de la Copa de Europa. Messi marca 50 veces en una temporada de la liga española, y si solo marca 28 decimos que qué le pasa. El chico al que casi se le caen las gafas tenía cara de pensar que si a Messi le hubiesen regalado una guitarra en vez de un balón, los Beatles serían de Rosario. Él salió del bar, ya con las gafas en su sitio y el pelo alborotado. Yo pagué mis tercios y me despedí de mis amigos, y le vi alejarse por la acera de enfrente con los suyos. Me quedé con las ganas de preguntarle.
"Oye, tío. ¿De qué equipo eres?"
Jajaja que bueno!! Tantas verdades en tan poco texto.Magnifico todo lo que escribes,un placer.
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarPfff muy bueno, pero me quedé con ganas de más!!! Gracias David
ResponderEliminarGracias a ti!
EliminarNos pareció que el Messi de argentino era perfecto!
ResponderEliminarLuis Enrique o a Guardiola, a Capello, a Arsène Wenger o a Alex Ferguson. Messi les sirve a todos.