Emenike y Besic (foto: fifa.com) |
El 0-0 entre Irán y Nigeria dejó al combinado africano envuelto en un mar de dudas. El conjunto iraní jugó con el bloque muy bajo, negando espacios a las águilas verdes y haciendo evidente el enorme problema del combinado dirigido por Keshi teniendo que estar viviendo en un constante ataque posicional. Al final, algo clave, si hablamos de conceptos puramente futbolísticos, porque todo esta irremediablemente ligado al contexto. Nigeria logró la victoria frente a Bosnia (1-0), y lo hizo sin dejar las mejores sensaciones hasta que Odemwingie abrió el marcador, pero pudiendo, puntualmente, enseñar los dientes. Durante el 0-0 los de Keshi fueron bastante concesivos en propio campo, mostrando cierta desorganización una vez perdían la pelota, pero había algo que casaba plenamente con las condiciones de sus futbolistas, y que provocaba que Nigeria siempre diera la sensación de poder producir peligro: los espacios. Bosnia juntó bastantes futbolistas de buen pie, que pretendían tener la pelota y además, el conjunto de Susic mostraba una actitud agresiva, con laterales alzados y mucha movilidad delante del balón. Cada pérdida -que fueron demasiadas en el momento de la salida- hacía frotarse las manos a las flechas nigerianas. Musa, Odemwingie, Babatunde, y sobre todo Emenike, dañaban con sus punzantes movimientos verticales, y con pocos toques los africanos se acercaban con peligro a la meta de Begovic. Así llegó el 1-0, en una pelota que Emenike recibió a la espalda de Lulic y que obligó a Spahic a salir muy lejos de su posición, donde fue ferozmente superado por el delantero del Fenerbahçe.
Hay que decir, en favor de Susic, que su planteamiento tuvo sentido. Nigeria en muchos momentos obligaba a Mikel-Onazi, su doble pivote, a defender solos todo ese torrente creativo bosnio en medio campo. "El mal del 4-2-4", como podríamos definir a muchos combinados africanos que juntan a cuatro futbolistas de perfil muy ofensivo, pero que luego ofrecen un retorno de mala calidad. Así, Susic metió a Medunjanin en el doble pivote junto a Besic, adelantó a Pjanic y le juntó a Misimovic, que partía de izquierda y dejaba su carril para las subidas de Lulic. Con esta estructura -Besic y Medunjanin en la base de la jugada, y Misimovic y Pjanic recibiendo por delante-, Bosnia enlazó dos o tres jugadas de mucho nivel, e incluso, en una de ellas, llegó la acción clave del partido. Misimovic recibió un preciso toque de Pjanic y dejó a Dzeko cara a cara con Enyeama. El del Manchester City anotó, pero la jugada fue muy rápida, el línea se equivocó al marcar fuera de juego, y el gol no subió al marcador. El partido se movía en una línea muy fina y estaba a punto de romperse: asociaciones bosnias o contraataques nigerianos. Al final, el 1-0 cayó del lado africano y el panorama cambió. Nigeria replegó más, negó espacios y a bosnia se le acabó el chollo. Susic intentó cosas: doble nueve con Dzeko-Ibisevic y centros laterales con Salihovic, pero el partido había cambiado y el tiempo se agotó dejando a los balcánicos fuera, a las primeras de cambio, en su primera cita mundialista. Nos quedamos sin su talento, pero a cambio ganamos la posibilidad de ver en octavos a un equipo sin nada que perder, y que de tener campo para correr, causa auténticos estragos.
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